A lo largo de los siglos la inventiva y la creación pasaron por diversas etapas en las que el hombre mediante el uso de su intelecto transformó los recursos naturales en objetos que le fueron útiles, yendo de la edad de piedra a la de los metales y posteriormente a la edad antigua donde surgió la escritura y las primeras civilizaciones que dieron cabida a la organización humana como una forma eficaz para lograr el bienestar deseado; encontrando posteriormente en la edad antigua clásica a las culturas que fueron artífices de construir parte de los cimientos que ahora nos sostienen como sociedad, Grecia y Roma, quienes aportaron invenciones y creaciones artísticas que a la fecha son reconocidas; ya en la edad media los factores sociales, económicos y políticos que se suscitaron provocaron que la sociedad replanteara sus objetivos para lograr el bienestar deseado, lo que fue duramente reprimido pero que finalmente impactó con inventos como la imprenta que provocó el que la obra literaria se hiciera en volumen y ya no en un solo ejemplar, circunstancia que permitió a la sociedad conocer a través de los libros el pensamiento e ideas de grandes personajes y enterarse de la nefasta realidad que se vivía y de la urgente necesidad de transformarla; acontecimiento que propició la edad moderna con su renacimiento, la revolución industrial y los inicios de la energía eléctrica que sirvieron de base para concretar esa transformación, pasando del obscurantismo al renacer de la sociedad, surgiendo como preámbulo el cambio social, la investigación especializada y la invención como motores de crecimiento económico, cuya potencialización dio origen a la edad contemporánea en la que desde el siglo XIX se suscitan eventos industriales y tecnológicos que nos hacen llegar al siglo XX en las mejores condiciones en toda la historia de la humanidad en áreas como la innovación, la comunicación y el comercio, realizándose cambios espectaculares a pesar de las dos guerras mundiales que se suscitaron y de la crisis económica de la década de los 30 que no lograron frenar la transformación que se originó sino que la impulsaron de tal forma que la tecnología e innovación con que ahora se cuenta es un resultado de todo ello que dio origen a la “Revolución Tecnológica, Artística y Digital” que ahora se vive, sin comparación con la “Revolución Industrial” o con alguna otra que por analogía se le quiera comparar dado que no fue necesario para percibir sus cambios el que transcurrieran uno o dos siglos sino solo décadas, inició en los años 20 y se posicionó primordialmente en los años 60, acrecentándose con el Arte Empresarial en la década de los 90, siendo a partir de ésta última cuando la “Revolución Tecnológica, Artística y Digital” se convierte en un generador imparable de innovación, arte empresarial y tecnología que cambia por lustro e incluso por anualidad, se marca en la historia un antes y un después como en ningún otro evento económico o tecnológico con el que se le desee comparar.
Sin embargo la “Revolución Tecnológica, Artística y Digital” no solo se estructuró con base en la variedad y abundancia en innovación, arte, tecnología y lo digital, requirió de un aspecto que fue decisivo para su impulso, crecimiento, posicionamiento y permanencia que pocas veces o nunca se menciona, la “Propiedad Intelectual”, sin ella hubiera sido imposible pensar en esa transformación. No obstante en Latinoamérica no se le procura como debiera y se le conoce vagamente, pareciera que por sí solos los grandes negocios en innovación, arte y tecnología se generan en nuestra región cuando la realidad es que quien permite dinamizarlos es la Propiedad Intelectual.


Es entonces que únicamente con los instrumentos que ofrece la Propiedad Intelectual es como los titulares de innovación y arte empresarial pueden concretar sus negocios, sin ella les sería imposible, al no contar su innovación y arte con ningún respaldo jurídico, ni con garantía alguna de tipo económico que les permita recuperar su inversión y ostentar la exclusividad sobre ellos. Tan esto es así, que la Propiedad Intelectual en los siglos anteriores al XX no era un dinamo económico, era un simple derecho nada estructurado, es a partir del siglo XVIII cuando se empieza a construir en algunos países de Europa y en USA los cimientos normativos que son precursores de que ahora se le pueda considerar a la Propiedad Intelectual un fenómeno político, económico y social y no solo un derecho.


En países como Suiza, Gran Bretaña, Suecia Holanda y USA la innovación, la tecnología, el arte empresarial, lo digital y la Propiedad Intelectual están fusionados, pues solo así logran las ventajas económicas y competitivas que poseen no solo en lo local o regional sino en lo global, criterio que se observa en la mayoría de los países que son denominados como “desarrollados”; esa relación da a la “Revolución Tecnológica, Artística y Digital” la solidez que tiene que la hace imparable e incomparable por su alcance económico y la seguridad jurídica que ofrece a inversionistas, grupos de poder y multinacionales que resultan favorecidas con las enormes cantidades de dinero que les generan los binomios Propiedad Intelectual-Tecnología y Propiedad Intelectual-Arte Empresarial.


Resultado de lo anterior es la transformación que ha propiciado la Propiedad Intelectual desde la década de los 90 en todos los ámbitos como el económico, donde los expertos plantean la formación de un nuevo modelo económico que solucione la desfasada repartición de riqueza en el mundo provocada por la enorme tecnología, innovación y comercio global que se vincula con los países desarrollados y no así con los menos desarrollados y en vías de desarrollo, lo que resulta sencillo dilucidar al ser evidente que el factor diferenciador es el uso y explotación adecuada de la Propiedad Intelectual, mientras que en los países desarrollados la conocen, producen, consumen y exportan en los países en vías de desarrollo se le conoce en forma mínima y lo que se sabe no es nada atractivo, imaginemos entonces en qué grado de ignorancia se encuentran los países con menos desarrollo.


Para ser específico en este tema diré que la Propiedad Intelectual por sí sola no provoca el dinamismo que menciono, se requieren las “fórmulas estratégicas que en Propiedad Intelectual instrumentan Abogados especializados en ésta materia, Abogados Intelectuales”; esas fórmulas son las que provocan el éxito comercial en las empresas como las establecidas en los países desarrollados que en un alto porcentaje cuentan con un “Portafolio en Propiedad Intelectual” construido por Abogados Intelectuales de los que llegan a recibir mayores ingresos económicos que de las mismas ventas que realizan de su producto o servicio, siendo lamentable que en Latinoamérica este tipo de Abogados no se conozcan cuando los países pueden verse altamente favorecidos con el uso estratégico de la Propiedad Intelectual a través de estos profesionistas.


Son escasos los expertos con conocimientos en todos los derechos que comprende la Propiedad Intelectual derivado de la férrea monopolización que existe en su entorno que malévolamente impulsan sujetos radicados en los países latinos en contubernio con algunos funcionarios que favorecen intereses de extranjeros, escondiendo del grueso de la sociedad intelectual y empresarial el auténtico sentido económico y de tutela de la Propiedad Intelectual, sucediendo aspectos tan negativos como el que la capacitación en Propiedad Intelectual de calidad sea inaccesible por su alto costo para jóvenes y abogados de clase media y baja; que la escasa información y no educación que se llega a impartir en universidades públicas no sea competitiva o sea nefasta, salvo contadas excepciones; que la consultoría en Propiedad Intelectual sea costosa para las Pymes y que se manipulen derechos de Propiedad Intelectual para favorecer intereses de grupo, ocasionándose que la riqueza que genera la Propiedad Intelectual se concentre en grupos de poder que favorecen intereses de extranjeros por sobre los de connacionales, de ahí que sea urgente “Liberalizar la Propiedad Intelectual en Latinoamérica” para que los países en vías de desarrollo y con menos desarrollo resulten favorecidos del uso y explotación adecuada de la Propiedad Intelectual, siendo el medio para provocarlo el compartir las “fórmulas estratégicas” que se comentan y que por egoísmo y avaricia no se transmiten como tampoco los conocimientos prácticos, escenario que a partir de la “Revolución Normativa Intelectual” se destruye pues da a conocer esas fórmulas para que la sociedad intelectual las use y tenga acceso a una Propiedad Intelectual poderosa, barata o gratuita, estratégica y rápida.


Ernesto Anibal Rivas Romero

 

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